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madre de dragones

“Si es cierta la mitad de las anécdotas que nos llegan de la bahía de los esclavos, esa niña es un monstruo. Dicen que tiene sed de sangre, que quienes osan contradecirla acaban empalados para sufrir una muerte lenta. Dicen que es una bruja que alimenta a sus dragones con carne de recién nacido, que rompe juramentos y treguas, que se burla de los dioses, amenaza a los enviados y se vuelve contra aquellos que la sirven con lealtad. Dicen que es insaciable, que se aparea con hombres, mujeres y enucos; hasta con perros y niños, y pobre del amante que no logre satisfacerla. entrega el cuerpo a los hombres para poseer su alma.
(...)
-Dicen -repitió Haldon- ¿Quién lo dice? Los esclavistas, los exiliados a los que han expulsado de Astapor y Meereen. Simples calumnias.
- Las mejores calumnias están aderezadas con un toque de verdad - apuntó Qavo- pero el verdadero pecado de la chica es innegable. Esa niña rrogante ha decidido acabar con el tráfico de esclavos, y el tráfico de esclavos nunca fue exclusivo de la bahía. Formaba parte del comercio mundial, y la reina dragón ha enturbiado las aguas. Tras la Muralla Negra, los señores de sangre antigua duermen inquietos mientras oyen a sus esclavos afilar los cuchillos en la cocina. Los esclavos cultivan nuestros alimentos, limpian nuestras calles, instruyen a nuestras jóvenes, vigilan las murallas, reman en las galeras, combaten en las batallas... Y cuando miran hacia el este ven el brillo lejano de esa jóven reina, la rompedora de cadenas."
George R. R. Martin, "Danza de dragones"
Antes era distinto, estaba mi hermano; me decía: «está ya él que piensa», y yo me dedicaba a vivir. La señal de que las cosas han cambiado para mí no ha sido ni la llegada de los austrorrusos, ni la anexión al Piamonte, ni los nuevos impuestos o qué sé yo, sino el no verlo ya a él, al abrir la ventana, allá arriba en equilibrio. Ahora que él no está, me parece que tendría que pensar en muchas cosas, filosofía, política, historia, sigo las gacetas, leo los libros, me rompo la cabeza con ellos, pero lo que quería decir él no se presenta, es otra cosa lo que él pretendía, algo que lo abarcase todo, y no podía decirlo con palabras sino viviendo como vivió. Sólo siendo tan despiadadamente él mismo como fue hasta su muerte, podía dar algo a todos los hombres. 
En El barón rampante, de Ítalo Calvino


Sigo leyendo. Como no podía ser de otra manera, hija va en contra de todos los pronósticos médicos y resiste. Una ocupa en mi panza.
Hijo se rebela, cada día más. Por momentos me llena de besos, de esos un poco salvajes, que limitan con el mordisco. A los cinco minutos no me quiere ni ver, y llora. Un rato después va hasta el huevito, preparado para transportar a la nueva integrante, y lo mece, y nos explica que esa es la silla de la "mana". Y que ahí le vamos a hacer "nanú" (un "noni" alla Chino).
Marido se despierta cada vez que yo lo hago (unas 200 veces por noche) y me pregunta si estoy bien. Y me hace chistes. Y canta. A las 4 de la mañana, canta, y me hace reir. 
Y yo, leo. Y los amo. A los tres. Aunque a la ocupa todavía no le haya visto la cara.  

"Creo que Peeta dio en la tecla al comentar que nos destruyéramos entre nosotros...

"Creo que Peeta dio en la tecla al comentar que nos destruyéramos entre nosotros para dejar que otra especie más decente ocupara nuestro lugar. Porque algo falla estrepitosamente en unas criaturas capaces de sacrificar a sus hijos para zanjar sus diferencias. Dá igual cómo se justifique."
En Sinsajo, de Suzanne Collins.

Aunque suelo citar partes de los libros que estoy leyendo, o releyendo, nunca emití una opoinión acerca de ninguno. En general cito lo que me gusta, y lo que no me llamó la atención ni siquiera aparece. Pero hoy quiero hacer un pequeño comentario sobre los Juegos del Hambre, una trilogía que muchos habrán conocido por el estreno de su versión cinematográfica.
En mi caso fue al revés. Supe de la existencia del libro antes, y quise leerlo previo al estreno, porque me gusta ver qué han hecho los directores y guionistas con eso que cada uno se imaginó en la individualidad de su cabecita.  Sin embargo, al buscar críticas me encontré con comentarios tan opuestos que no sabía si depositar los pesitos que sale cada tomo.
Algunos decían que era un libro para adolescentes del estilo de las series de Cris Morena (oh por dios), mientras otros se habían hechos fanáticos de la saga. 
Así que, para los que estén en la misma situación que yo, hace tres libros atrás, déjenme darles mi humilde opinión.
Los Juegos del Hambre efectivamente es un libro para adolescentes. Repito, adolescentes, no niños. 
La prosa es rápida, y no deja respiro. El lenguaje es directo, quizás los personajes se explican demasiado, y el triángulo amoroso típico de este tipo de novelas es un poco aburrido. Pero todo se subordina a la acción. 
Supongo que para atrapar a un jóven -y más aún a un jóven de estas épocas- es necesario que pasen cosas permanentemente. Y eso hace que uno no pueda dejar de leer, para saber cómo sigue la historia.
Lo que acabo de decir define a muchos best sellers que por lo demás son una verdadera bazofia, que no dicen nada. 
Pero aquí sucede lo contrario. El libro dice mucho. Sobre los jóvenes, y lo que nuestras sociedades hacen con ellos, de ellos. La utilización de sus cuerpos como método de control social, a través de la violencia, y de la televisación constante de esa violencia. La banalización de su sufrimiento, de sus muertes (y no puedo dejar de pensar en tantos programas de tv donde lo único que se nos muestra es a jóvenes matándose -entre ellos, o a sí mismos-).
La saga habla del hambre, y de la supervivencia. De la desigualdad, y su naturalización. De la realidad construída por los medios de comunicación.
El libro habla de la guerra, y de los vencidos... es decir, todos los que se ven envueltos en ella.


Seguramente la película no haga honor a la historia. Lo digo sin haberla visto, pero dudo mucho que Hollywood lleve a la pantalla tanta violencia y tanta oscuridad. Por eso, a los que lo estaban pensando, les recomiendo leer los libros. 
Después me cuentan.

un tal Soares

...En el baile de máscaras en que vivimos, nos basta el agrado producido por el disfraz que vestimos, disfraz que en el baile es todo. Somos siervos de las luces y los colores, nos deslizamos en la danza como en la verdad, y no hay para nosotros —salvo si, despiertos, no bailamos— conocimiento del gran frío de lo alto de la noche externa, del cuerpo mortal por debajo de los trapos que le sobreviven, de todo cuanto, a solas, nos parece que es esencialmente nosotros, pero que, al fin de cuentas, no es sino la parodia íntima de la verdad de lo que nos suponemos.
Todo lo que hacemos o decimos, todo lo que pensamos o sentimos, muestra la misma máscara o el mismo disfraz. Por más que nos quitemos lo que vestimos, no alcanzamos nunca la desnudez, pues la desnudez es un fenómeno del alma y no de cosas que se sacan. De este modo, vestidos en cuerpo y alma, con nuestros múltiples trajes tan pegados a nosotros como las plumas a las aves, vivimos felices o infelices, o sin saber lo que somos, el breve espacio que nos dan los dioses para que los entretengamos, como niños que juegan a juegos serios.
Uno u otro de nosotros, liberado o maldito, ve de repente —pero incluso éste rara vez lo ve— que todo lo que somos es lo que no somos, que nos engañamos acerca de lo que está bien y no tenemos razón en lo que nos parece justo. Y ese que, en un breve momento, ve el universo desnudo, crea una filosofía, o sueña una religión; y la filosofía se expande y la religión se propaga, y los que creen en la filosofía pasan a usarla como indumentaria que no ven, y quienes creen en la religión terminan poniéndosela como una máscara de la que se olvidan.
Y siempre, desconociéndonos a nosotros y a los demás, y por eso entendiéndonos alegremente, pasamos en las volutas de la danza o en las charlas de las pausas, humanos, fútiles, serios, al son de la gran orquesta de los astros, bajo las miradas desdeñosas y ajenas de los organizadores del espectáculo.
Sólo ellos saben que nosotros somos víctimas de la ilusión que nos impusieron. Pero cuál pueda ser la razón de esa ilusión, y por qué ella, o cualquier otra ilusión existe, o por qué ellos, ilusos también, nos entregaron la ilusión que nos dieron — eso, por cierto, ni siquiera lo saben. 
de Fernando Pessoa, en Libro del desasosiego

mínimos

Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan.
El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
-Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
-No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahan esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahan. 
"El gesto de la muerte", Jean Cocteau



Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu. 
"Sueño de la mariposa", Chuang Tzu
 en Antología de la literatura fantástica. Borges, Bioy Casares, Ocampo.

nadie está a favor del aborto

“Más allá de la moral, la religión, el pensamiento o la cultura, el aborto existió, existe y existirá siempre, porque hace parte de la vida sexual de las mujeres. (...) Una mujer que decida -por el motivo que sea- no llevar adelante un embarazo, puede llegar a pagar tamaña odsadía con su propia vida. Para la gran mayoría de las mujeres, el acceso a la práctica del aborto es económicamente imposible y socialmente inaceptable, lo que la obliga a realizarse a sí misma prácticas violentas, sangrientas y peligrosas. La sociedad entera sabe que las mujeres, ante la desesperación, se introducen en la vagina y el cuello del útero casi cualquier cosa con el fin de provocarse una hemorragia. En esas condiciones pueden ir “legalmente” a un hospital y pedir asistencia por un embarazo supuestamente interrumpido espontáneamente, y todos, absolutamente todos los médicos saben que se trata de abortos provocados, aunque figuren en las planillas hospitalarias como atención de hemorragias por causas desconocidas. Lo sorprendente es que esta realidad sea tan común y que convierta en la atención del aborto en una de las prácticas más hipócritas y engañosas en las que todos somos partícipes. (…)
De modo inverso, a las mujeres con algo de poder adquisitivo, se las involucra en un impresionante negocio montado a costa del cuerpo femenino, avalado por el poder médico, el poder judicial y el poder policial.
En la Argentina, históricamente, contando con un promedio de 1500 dólares estadounidenses, las mujeres pueden realizarse el aborto en condiciones médicas adecuadas. (…) Con el cuerpo de las mujeres se lucra, y mucho. (…) hagamos la cuenta de la cantidad de abortos que se pueden efectuar en un solo día, por un solo médico, en un solo consultorio, sin mayores riesgos… hay mucho dinero en juego.
Llegado el embarazo no deseado, la decisión de realizarse un aborto es siempre controvertida y dolorosa. Ninguna mujer se somete alegremente a un aborto. A nadie le parece un paraje fantástico. Las mujeres lo supeditamos al último recurso, a la única opción posible. A veces, hay una eleccion interna entre la vida y la muerte.
Cualquier mujer que haya decidido abortar, lo único que necesita es acompañamiento, apoyo, solidaridad, comprensión, amor. No precisa juicios, ni castigos, porque estos abundan en su conciencia.
Con respecto al castigo, vale la pena pensar, como sociedad, qué es lo que estamos penalizando en las mujeres. ¿La sexualidad de la mujer? ¿La decisión de decir “no” a la maternidad? ¿La capacidad de hacer uso de su autonomía? ¿La libertad?”
Laura Gutman, La familia nace con el primer hijo.

“La experiencia de las mujeres que abortan no tiene nada que ver con el “aborto” del debate. El aborto es siempre una experiencia trágica.(…)
¿Qué mujer “quiere” abortar? En todos los casos, está en un trance ético, se ve coercionada a tomar una decisión en el aquí y ahora, no hay retirada ni paz. Se encuentra en una situación de la cual no hay evasión posible ya que no decidir implica continuar embarazada. Cada aborto es un fenómeno único, excepcional, absolutamente singular en cada mujer en cada momento de su vida. (…)
Con su legalización no se “resuelve” el problema del aborto. Es que "el problema del aborto" no es resoluble. Como todas las cosas que realmente nos importan en la vida, nunca dependen sólo de su carácter legal (aunque éste determine, como en este caso, el pavoroso incremento de mujeres sacrificadas por la clandestinidad).
La libertad otorgada por la ley para interrumpir su embarazo, no la libera de ese trance angustioso, sórdido o incómodo.
El aborto es ilegal, abortar es delito penal pero las mujeres abortan igual. No tienen el derecho pero tienen el poder.
Hay una distancia irreductible entre el discuro del derecho y el de la experiencia. Y la experiencia del aborto dice que el cuerpo no cabe en el derecho, que la tragedia no se resuelve jurídicamente, que hay poderes no legítimos y derechos impotentes.
Las mujeres ejercen un poder al que no tienen derecho; tienen el poder de infringir la ley. En él reside la fuerza que hace valer la lucha  por su legalización: si la ley puede garantizar el ejercicio de las libertades, éstas no existen más que por un contenido concreto que no proviene de la ley, sino de las costumbres. Quienes rechazan esa fuerza niegan la parte de la leona que las mujeres tenemos en la experiencia, desconocen ese poder como si fuera peligroso. Y lo es."
Laura Klein, Fornicar y matar. El problema del aborto.

 
El 1ro de noviembre se comienza a discutir en la Comisión de Legislación Penal del Congreso de la Nación, el Proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. A las 14 hs se convoca una marcha en Riobamba y Rivadavia, Ciudad de Buenos Aires (Anexo de Diputados) y en más ciudades del país.

Nadie está a favor del aborto. 
Yo estoy a favor del aborto legal, seguro y gratuito. 


Educación Sexual para Decidir, 
Anticonceptivos para No Abortar, 
Aborto Legal, Seguro y Gratuito 
para No Morir.






Gracias María Elena!

"Felipito Tacatún estaba haciendo los deberes. Inclinado sobre el cuaderno y sacando un poquito la lengua, escribía enruladas emes, orejudas eles y elegantísimas zetas.
De pronto, vio algo muy raro sobre el papel.
–¿Qué es esto?– se preguntó Felipito, que era un poco miope, y se puso un par de anteojos.
Una de las letras que había escrito se despatarraba toda y se ponía a caminar muy oronda por el cuaderno.
Felipito no lo podía creer, y sin embargo era cierto: la letra, como una araña de tinta, patinaba muy contenta por la página.
Felipito se puso otro par de anteojos para mirarla mejor.
Cuando la hubo mirado bien, cerró el cuaderno asustado y oyó una vocecita que decía:
–¡Ay!
Volvió a abrir el cuaderno valientemente y se puso otro par de anteojos, y ya van tres. Pegando la nariz al papel preguntó:
–¿Quién es usted, señorita?
Y la letra caminadora contestó:
–Soy una Plapla.
–¿Una Plapla? – preguntó Felipito asustadísimo –¿Qué es eso?
–¿No acabo de decirte? Una Plapla soy yo.
–Pero la maestra nunca me dijo que existiera una letra llamada Plapla, y mucho menos que caminara por el cuaderno.
–Ahora ya lo sabes. Has escrito una Plapla.
–¿Y qué hago con la Plapla?
–Mirarla.
–Sí, la estoy mirando pero ¿y después?
–Después, nada.
Y la Plapla siguió patinando sobre el cuaderno mientras cantaba un vals con su voz chiquita y de tinta.
Al día siguiente, Felipito corrió a mostrarle el cuaderno a su maestra, gritando entusiasmado:
–¡Señorita, mire la Plapla, mire la Plapla!
La maestra creyó que Felipito se había vuelto loco. Pero no.
Abrió el cuaderno, y allí estaba la Plapla bailando y patinando por la página y jugando a la rayuela con los renglones.
"


Porque todas tus letras fueron Plaplas: inquietas, únicas... vivas.
Vos vas a seguir ahí, en cada una de ellas. Y en todos los que crecimos con tus palabras y tus canciones.

Gracias María Elena, y hasta siempre.

Ahora que por fin has conseguido la salud y para siempre, te quisiera decir, mejor dicho repetir, repetir que... bueno... ya tú sabes... Tú, como un jardín pisoteado en una noche sin cielo. Tú, como una ventana azotada por la tempestad; tú, como un pañuelo caído en sangre; tú, como una mariposa llena de lágrimas; como un día atropelladamente roto; como una lágrima sobre un mar de lágrimas: araucaria cantante y victoriosa; rayo de luz, en el camino de cualquiera.

Carlos Pellicer en Diego y Frida,
de J.M.G. Le Clézio
" - Sí bobito, no soy un espejismo, soy yo. 
Está mortalmente triste. Los instantes de felicidad son tan raros que funcionan como saques de una euforia desmedida. Tino le devuelve la sonrisa, encandilado por frases como esa, enamorado de su locura, de que pase de la comedia al drama sin aviso y de que sea así: inteligente y boba, ligera en la trama, sólida en las atmósferas, turbia en el tono, firme en la dirección, chispeante, traviesa, un caleidoscopio que se reinventa frente a sus ojos..."
Lucía Puenzo en La furia de la langosta.