Dije que no iba a hacerlo en un salón porque era demasiado. Participé de fiestas en las que, mientras los adultos se emborrachaban y pasaban vergüenza gracias a las artes de una animadora, el agasajado lloraba en brazos de un integrante de la única mesa de todo el cumpleaños que no participaba de ningún juego (adivinen cuál era esa mesa).
Pero sí tenía ganas de festejar. Y motivos de sobra: el primer año de mi primer hijo. No se trataba sólo de la alegría por ver cómo creció ese ser minúsculo que un día habitó mi panza y ahora anda por la casa diciendo "uva". También se trata del festejo de un año en el que podemos decirlo, sobrevivimos: como padres (superando las ganas de tomar un vuelo a Singapur para no volver), como pareja (y hubo momentos jodidos, jodidos), como primerizos. Todo un logro. Se los aseguro.
Así que poco a poco me fui entusiasmando, y lo que tenía pensado como un té "muy tranquilo" con la familia, terminó con adornos, torta de DOS pisos e inclusive unos souvenirs (hechos a mano, para los que hicimos una sesión de fotos ad hoc con gorro y globos).
¿Se me fue un poco de las manos? Naaah.
En mi defensa sólo voy a decir una palabra (y los que lo conocen sabrán qué significa): Pinterest.
El resultado fue una linda reunión, en la que todos la pasamos bonito, comimos mucho, y cantamos el feliz cumpleaños después de la siesta del homenajeado, que se rehusó a soplar la velita (aunque la semana anterior se la pasó soplando al aire cada vez que le cantábamos el apio verde).
Superamos el primer año. Ahora todo será pan comido (paabre, ella se autoengañaba como loca.)
PD: El niño recibió regalos, algunos de tamaño considerable. Digo yo, si empezamos así, qué me espera en tres años? ¡Voy a tener que alquilar un departamentito aparte sólo para guardar juguetes!