kinder sorpresa

El Chino empezó el jardín. Literalmente de un día para el otro (hicimos todo como hacemos siempre, a la que te criaste) se enteró de la existencia de algo llamado jardín y al otro día fue.
Ayer, después de dos semanas de adaptación, pasó las tres horas que dura su turno.
Dos semanas en las que hubo que adaptarse. 
El Chino tardó un día, o mejor dicho, media hora de prueba, para saber que en esa salita se iba a divertir mucho más que en la plaza, porque hay el triple de amigos, y hay dos maestras que se la pasan haciendo cosas para que se entretenga, y porque mamá está ahí esperándolo a la salida.
La que tiene que continuar la adaptación soy yo.
A las sillitas de jardín, en la que me obligan a sentarme si hay reunión de padres, o con la maestra, y en la que mi culo rebalsa por los cuatro costados.
A las mamis con demasiado tiempo de sobra, que gustan mandar cadenas de mails por cualquier cosa, reunirse cada dos por tres, tomar cafecito cada vez que se les dá la oportunidad, que tienen el hijo más inteligente, y el que más habla, y el que les cuenta todo. Y que por amor del Papa Francisco, callate un poco porque me voy a extirpar los oídos con una lata de atún oxidada.
El Chino no me cuenta nada. Me entero que anda a los besos con sus compañeritas porque siempre hay alguna madre en la salita. Las mamis que están soberanamente al pedo tienen adaptaciones largas. No sé si porque los hijos las reclaman o porque ellas se quedan para chusmear.
Me entero que jugó con arena porque llega a casa con la cabeza cual playa Bristol, o que manipuló gelatina porque la remera blanca se convirtió en un amasijo rojo y pegajoso con olor a frutilla.
No logro adaptarme al concepto de "delegada de salita de 2".  Ni que la compra de una regalo de cumpleaños tenga que ser debatida como si estuviéramos por enviar una resolución a la ONU.
No pienso adaptarme a la idea general que dice que las mamis son las únicas que aparecen por el jardín. Hay padres. El del Chino es uno, pero hay otros. Y están ahí, esperando a sus hijos, compartiendo, presentes. Hay abuelas, y hay niñeras, o "la chica" o como cada uno le diga a la mujer que cuida de sus hijos y que a veces pasa mucho más tiempo que uno con ellos. 
Hay un mundo más amplio que el de las mamis.
El Chino no puede estar más contento.Es lo único que importa. Por eso, habrá que adaptarse.
 
52*08

liberación

libertad es poder,
poder elegir,
elegir en libertad.

elegir si quiero casarme
con él, o con ella,
o vivir soltera hasta que la muerte me separe;

tener un hijo, o quince, o ninguno;
dar la teta, esconderla,
hacerme las tetas,
andar con las tetas sueltas.

andar por la vida como me plazca
mostrando el culo o con túnica,
despeinada, maquillada, o sin depilar;
comiendo chocolate o lechuga;
tomando cerveza o agüita saborizada;
 
andar, 
andar por donde quiera, 
como quiera, 
con quien quiera;


andar sin temor
sin temor a los insultos,
a la mano que no es mía y que me toca aunque no quiera,
a la violencia disfrazada de piropo,
a la violencia sin ningún disfraz;

poder estudiar si quiero,
poder trabajar 
o ser la ama de mi casa,
o hacer todo junto y a las corridas.

porque quiero
porque elijo
porque nadie me lo impone.
 
poder decir
y cantar
y amar,
como quiera
cuando quiera
a quien quiera.

sin temor.

eso es libertad,
para cada una,
diferente,
mujer, y mucho más
mujer, y nada menos.


Aunque tarde: feliz día de laS mujereS.
Por más libertad. Para todas.

 

la cena está servida

Me gusta ir a comer afuera. Me gusta no sólo disfrutar de un buen plato sino de buena compañía. Cortar con la rutina. Conocer lugares nuevos.
Me gusta comer afuera.
A veces no.
A veces en los restaurantes pasan esas cosas que hacen de una salida una verdadera experiencia olvidable. Esas COSAS QUE NO. 
Entre otras: 

NO a los dueños de restaurante que creen que intimidad y no ver un catzo son sinónimos. Si salgo a comer con alguien, lo menos que pretendo es verle la cara mientras le hablo. No me obligues a leer la carta en sistema braile, o alumbrarme con el celular porque a vos se te ocurrió que iluminar todo con una velita de morondanga es romántico. No quiero tener que adivinar si ese plato que me pusieron adelante es una milagna a caballo o un flan. Intimidad es otra cosa. Esto es jugar al gallito ciego. Y ya estoy un poco crecidita.
 
NO al mozo mosca, ese que se para cerca de la mesa y te viene a llenar el vaso cada vez que lo vaciás, o pasa a preguntar si está todo bien cada cinco mintuos. O peor aún, que hace todo eso no por exceso de amabilidad sino porque está esperando que te vayas y dejes la mesa. Y que pretende levantar el plato con eso que considera "restos", y que son las papitas noisete que te estabas reservando para el final como si fueran de oro, y por las que le sacarías los ojos -tenedor en mano- a cualquiera que se atreviera a quitártelas.

NO al mozo invisible. Ese que no aparece ni aunque le hagas señales de humo. Ese que va a buscar la coca a la fábrica norteamericana. Que cuando por fin decide mostrar su humanidad, gira la cabeza hacia tu sector, vos que estás levantando la mano como un nabo hace diez minutos para que alguien se digne a cobrarte, mientras TE MIRA POR ARRIBA se da vuelta y se va, lo que automáticamente te produce una embolia cerebral por el exceso de ira. 

NO al mozo confianzudo. Vas dos veces a un mismo lugar y el mozo cree que es tu mejor amigo. Mientras intentás conversar con los que tenés alrededor hace comentarios ad hoc, sin que nadie le pregunte se pone a disertar sobre política internacional, o te relata sus vacaciones mientras te muestra una foto que tiene en su celular. Que sea amable con vos no quiere decir que tenga la necesidad de verte en sunga en las playas de Brasil.   
 
NO a los padres que te obligan a ir a vos, pobre infeliz que odiás a todo ser humano menor de 25, o que por fin pudiste encajarle a tus hijos a la yarará de tu suegra, a un restaurante con pelotero. Si esos borregos que tenés son incapaces de portarse como seres humanos en lo que dura una comida, atalos, dales rivotril pediátrico, pero no me obligues a comer entre los gritos de otros 200 borregos, y la mezcla de olor a pata y gomaeva que inunda todo el lugar.

NO a la comida "hecha en vivo". Vengo a comer, no a estar dos horas mirando cómo un pavote revolea los huevos, las cucharas y las sartenes con las que está preparando mi alimento. Para llenarme de olor a morfi me quedo en casa y hago unos bifes sin prender el extractor. 

NO a los mariachis que se te paran al lado mientras te gritan lo que sucedería si Adelita se fuera con otro. Me encantaría poder masticar sin temor a que me explotaran los tímpanos. Y la verdad es que Adelita no sólo se puede ir con otro... se puede ir bien a la mierda.

Hay muchos más NO, pero ahora los escucho a ustedes. Pasen y griten su indignación con el gremio gastronómico. 
Háganlo acá, que no hay riesgo de que alguien nos termine escupiendo los ñoquis.