intermezzo

Tener hijos es la experiencia más maravill... demandante sobra la faz de la tierra.
Para escuchar cosas dulces, escuchemos a Maru Botana, que está completamente cucú y nadie le avisó. (Decir que te gusta tener ocho pibes te convierte automáticamente en una paciente escapada del Moyano.)
 
Sigamos. 
Nadie te prepara para semejante nivel de demanda. Los primeros meses son los peores.
El bebé llora, come, caga, y si te sacaste la lotería, duerme.
Y vos, oh madre, debés estar ahí cuando come, cuando caga y cuando llora. 
Cuando duerme, reprimís un llanto de alegría, y salís corriendo. 
A hacer TODO lo que el bebé no te deja.

Porque, oh infeliz que leíste demasiado mundomamita.com y creíste que los bebés eran todo "ajos", sonrisitas y caritas de inocencia, ser madre es aprender, en lo que dura una siesta, a bañarte, pintarte las uñas, responder mails de trabajo, ordenar, poner la ropa a lavar, depilarte las cejas (el cavado te lo debo), el bozo, leer la novela que empezaste hace dos años, entrar a internet y enterarte que el resto del mundo sí tiene una vida, escribir en tu blog sobre lo amoroso de la maternidad... entre otras cosas. 
(Para que después venga tu marido y te pregunte, con cara de naipe, "¿y cómo estuvo tu día?")

Por eso, no estoy segura, estoy convencida, que este slogan lo ideó una mujer.
Más que una mujer, lo inventó una madre.
Porque para tí, oh compañera de desventuras, impossible is nothing.

canto desolado al supermercado

En lo que antes fue mercado,
y ahora es "súper" por lo grande,
se reunen los humanos
y sus vicios abundantes.

Al ingresar, oh sorpresa,
notamos algo distinto.
Al rato nos damos cuenta:
¡cambiaron todo de sitio!

Entonces sale solito
nuestro primer improperio,
ya que encontrar cada cosa
es resolver un misterio. 

En nuestra lista de compras
hay cereales, pan y arvejas.
Lo que habría que agregar,
es paciencia con las viejas.

Una de ellas, paqueta,
ahí cerca de la verdura,
aprieta toda la fruta
buscando la más madura. 

Otra sin más apuro
compara precio por precio.
Para elegir un yogurt
está dos año y medio.

Está el que abandona el chango
en el medio del pasillo,
y el que sin culpa te pega
con el suyo en los tobillos.

El carrito hemos llenado
con enorme sacrificio.
Falta llegar a la caja, 
eso sí que es un suplicio.

Parece que el Sr Coto
no sabe hacer bien las cuentas:
para atender mil personas
sólos dos cajas abiertas.

La cajera, oh personaje
de esta divina tragedia,
posnet en mano te mira
con ojos de vaca muerta.

De las filas elegimos
la que menos largo alcanza;
para darnos cuenta al rato
que es la que más lenta avanza.

Allí estarán los sujetos
que harán amargo este rato,
gente que a uno le dan ganas
de cometer asesinato.

La señora entrada en años
con la mansedad de un buey,
quiere pagar lo comprado
con doscientos pesos ley.

El hijo que hace la cola
pone cara de zoquete
porque está esperando al padre
a que el changuito replete.

El que con muchos productos
se mete en la cola rápida
merece que le regalen
de premio su propia lápida.

Y esta rima aquí termina
mientras dice a la bartola:
la vida es eso que pasa
mientras uno hace la cola.


Tercera entrega del afamado volumen "Te rimo cualquier pavada", que usted puede adquirir a un precio módico en la caja de su supermercado amigo. 
No se lo pierda!



 





atardecer

52*03 by MateConDuraznos
52*03, a photo by MateConDuraznos on Flickr.

Foto tres de las 52.
De vacaciones.
Aunque, con un niño de dos años y una niña de dos meses el concepto "vacaciones" no aplicaría demasiado a esta realidad.

52 semanas

Una foto por semana. Todo el año.
Esa es la cuestión. 
Y como empecé tarde, me puse a tiro. 
Pasá por acá, y seguí mirando. Somos muchas participando de este desafío.

52*02

mirada
 

la gorda y su balance con delay

Se me complica. 
Se me complica escribir por los motivos que ya todos saben. 
Pero más se me copmplicaba hacer un balance de un año que se fue hace una semana, pero que dejó tantas emociones que no me alcanzó el calendario.
Entonces, cómo hacer un balance sin pensar, "pucha, imposible que el 2013 le llegue a los talones".  Porque una no se caracteriza por ser positiva, vio.
Pero termino haciéndolo igual, porque mirar para atrás me llena de alegría. Una de las pocas veces que no me dio nostalgia sino placer pensar en lo que pasó, porque pasó de todo...

El Chino sobrevivió a nuestros cuidados durante un año completo, lo suficiente para darnos cuenta que esto de ser padres quizás no era tan imposible, ni tan tremendo como pensamos los primeros meses.
Nos convencimos tanto del tema, que al mes siguiente me enteré que estaba nuevamente embarazada. ¿Estamos locos? Y sí, un poco sí. 
El test dio positivo a miles de kilómetros de casa, en una de esas ciudades en las que por mucho que estén en otro país uno nunca se sentirá extranjero.
Porque viajamos, con niño a cuestas, volamos largo y tendido. Conocimos un lugar en el mundo, de esos a los que siempre querremos volver, aunque quién sabe.
Y viajamos también, con panza y niño a cuestas, a la casita de las sierras, a la que seguro volveremos.

Disfruté de mi familia, y de mi panza, y de mis amigos. Como nunca, porque este año aprendí a abrirme un poco más al mundo.
Y por eso pude conocer gente nueva y amorosa, dejando de lado muchas de las taritas asociales a las que me tengo acotumbrada. Tuve vergüenza, terror escénico, me sentí un poco rara entre gente extraña, pero valió la pena. Perdí prejuicios y sumé amigos, de los virtuales y de los otros.

Me embarqué en un proyecto colectivo, hermoso, lleno de amor. 
Colaboré con los proyectos individuales de mis amigos.
Participé de la felicidad de los otros y compartí la propia.

Leí, como una loca, como una hambrienta de historias. Fueron más de veinte libros en menos de un año, mientras empollaba, mientras esperaba.
 
¿Hubo cosas feas? Y sí, siempre las hay. Pero pude aprovecharlas para reconocer en marido a un compañero de fierro, de esos con los que cualquier cosa puede ser enfrentada.

Y al final llegó Rosita, proveniente de Hobbiton. 
Las cero horas del primero de enero me encontraron dando la teta, dos ojos azules clavados en los míos, y una sonrisita recién estrenada.

No puedo pedir más. El 2012 siempre va a estar en mi memoria como un gran gran año. 
En 2013 tendré que aprender a ser mamá de dos. Tendré que seguir trabajando con mi vergüenza, mi miedo al error y a la mirada del otro. Tendré que aprender por fin a delegar para no enloquecer.
Alimentar las nuevas amistades, y las antiguas. Fortalecer este vínculo que me empareja con un hombre increíble. 
Espero seguir viajando. Espero seguir creciendo.
2013: estamos en carrera.