todo concluye al fin

Lost Poster 07y terminó. cualquier final iba a ser decepcionante. todo final lo es en algún sentido (o más bien en todos).
para los que seguimos la serie con esa adicción incontrolable que nos llevó a hacer maratones sin dormir porque siempre fue imposible dejar de ver qué pasaba después, es triste saber que ya no habrá más Lost. 
el resto de la gente seguirá sin entender el fanatismo, las dos millones de teorías, los foros, las discusiones encarnizadas entre amigos... 
y por todo eso, el final es en cierta medida otro chiste de los autores. otro guiño de esos de los que la serie estuvo llena.
no podíamos esperar todas las respuestas, porque en realidad poco importaban. las preguntas siempre fueron mucho más interesantes.
y entonces de seguro sigamos discutiendo, repasando, buscando una lógica que no existe. y seguirá siendo apasionante.
y todo eso por una serie de TV.
siemplemente genial.


Un video muy divertido sobre el tema:


y acá la serie de posters de donde salió el que ilustra el post.
 



desde el imperio incaico a su mesa

En esta oportunidad, y después de la invasión locrera, guisera y empanadera de los últimos días bicentenarios, les traigo una receta carente de carne, y con todas las propiedades bondadosas que ésta tiene  (y muchas más). 
La susodicha receta contiene quinoa, un pseudocereal utilizado por los pueblos andinos desde hace milenios, repleto de proteínas, aminoácidos y todas esas cosas que le hacen bien al cuerpo. Además rinde muchísimo (porque aumenta tres veces su tamaño cuando la cocinás).
Se trata de un pastel de espinaca, que bien puede ser utilizado como principal o cortado en cuadraditos para picar antes de comer. 
Que la disfruten.

ingredientes
1 cebolla
dos atados de espinaca 
aceite de oliva
1 taza de quinoa
3 huevos
queso rallado
sal y pimienta a gusto y piacere

preparación
lavar la quinoa y hervirla en dos tazas de agua sin sal (es importante que no se le agregue nada al agua porque el grano pierde las propiedades nutritivas que contiene y cambia el sabor)
está lista cuando a los granitos les sale una especie de "uña" chiquita y blanca

rehogar la cebolla en aceite de oliva, agregar la espinaca cocida, la quinoa, salar y salpimentar.
agregar los 3 huevos, el queso rallado y llevar a horno fuerte en una asadera enmantecada hasta que la pasta esté dorada y firme

como en casa hay que "enbellecer" los vegetales para que concubino no se asuste, como verán en la foto, al pastel lo convertí en una especie de pizza, y le agregué rodajas de tomate y un poco de mozarella rallada. 
y glup!



fiesta

estoy casi sin dormir, pero contenta. 
no sé qué habrá sentido ese millón de personas que se apretujaban ayer al compás de la música, que bailaban y aplaudían y gritaban.
creo que también estaban contentos. y estaban emocionados, pero tranquilos. 
haciendo suyo, nuestro, ese lugar que hace tanto tiempo no compartíamos así: sin dolor, ni duelos, ni bronca, ni violencias. 
sin invitaciones, ni reglas de etiqueta. 
el pueblo -y no la gente- mezclándose hasta perderse. saliendo a mostrarse y a verse. reconociéndose en el otro. 
haciendo suya, nuestra, la calle. sin triunfalismos, sin penas ni olvidos.
por el sólo gusto de encontrarse... y festejar.      

hoy se apagaron las luces de colores y volvemos a ser lo que éramos antes de ayer. ni más ricos ni más pobres.
quizás un poco más cansados. 
pero eso no importa, porque ayer, ayer estuvimos de fiesta.







Actualización: a propósito del tema, recomiendo este excelente post de María Esperanza Casullo.

patria comestible

nunca supe cuál es la diferencia entre locro, mondongo y puchero. sólo comprendo el concepto de guiso. y no es un concepto que me haga agua la boca.
mis repulgues dan asco. mis empanadas y/o tartas quedan siempre deformes y explotan.
odio las tortas fritas.
el vino tinto me da migraña (como el 80% de los estímulos sensoriales que se denominan "vida", pero el tinto es aún peor)
el 90% de la comida argentina tiene carne. no me gusta la carne.


me cago en la comida patriótica. 


abanderado

YO:
- buen día, por favor hasta tal y tal.
e intentemos mantener el mutismo, me duele la cabeza como si me hubiese pasado un mamut por encima.

TAXISTA que por desgracia no escucha lo que pienso pero sí la radio a todo volumen:
- están entregando las banderitas. 

YO: 
- aaah.
y a mí qué carajo me importará, ¿no?

En la radio un señor grita "esto es impresionante, cada vez hay más taxistas, por suerte está la gente de la guardia urbana ayudando a organizar el tránsito"
claaaro, si los piqueteros te cortan la calle están armando "un caos", pero si son unos boludos entregando banderitas, es una movida patriótica.

TAXISTA, haciendo oídos sordos a mi silencio de tumba, y visiblemente exaltado:
- yo fui el primero en llevarme la banderita. 

YO: 
....
felicitaciones, una verdadera hazaña. deberían darte un premio.

TAXISTA:
- porque yo escucho siempre la radio.

YO, elevando las cejas y asintiendo:
- mmmm

TAXISTA:
- y fui y le dije a Rodolfo, "Rodolfo, me tenés que dar la banderita, porque yo después me voy para otro lado y no puedo volver, y va a ser imposible"

YO:
claro.
y si no tenés banderita tus amigos taxistas te asesinarán por traidor a la patria ponele.

TAXISTA orgushoso de sus contactos:
- y Rodolfo me dio la banderita.

YO:
- qué bueno.
oh por el amor de Zeus, mátenme.

TAXISTA, con una media sonrisa, guiñándome el ojo por el espejo retrovisor:
- pero me la guardé y puse la del año pasado.

WTF?????

la peor madre del mundo

Mi mejor amiga tenía la peor madre del mundo.
No es que la maltratara o no la quisiera. El problema era justamente el contrario: la mujer estaba convencida de que su hija era perfecta. Sin ambigüedades ni metáforas: per-fec-ta. 
Sé que mi afirmación puede sonar ridícula, pero por experiencia conozco los desajustes mentales que produce el deber permanente de llegar a la perfección. Lo sé porque mi madre compartía esta convicción, pero la madre de mi mejor amiga estaba mucho más loca.
Con los años y los golpes uno termina aprendiendo que es posible equivocarse y el mundo no se termina. Que, aun haciendo las cosas bien, se puede quedar en el anonimato o ser del montón. Y el planeta sigue girando.
Pero hacen falta años. Y muchos golpes.
En estos días de bicentenarismo, gritos de libertad, escarapelas al viento, versiones del himno en ritmo de cumbia, rock pesado o percusión con botellas rellenas de chapitas, no puedo más que recordar los actos del colegio: esos eventos en los que madres y maestras sacan a relucir su idoneidad como directoras de teatro o de orquesta, y que obliga a los pequeños a demostrar dotes actorales y/o musicales de las que el 90% de los susodichos carece.
Y en esos actos, la primera imagen que viene a la mente no es la mía, sino la de mi amiga, y su madre.
Su madre que creía ver en la niña a la próxima Andrea del Boca, y se había instalado una carpa en el patio del colegio para salir en su defensa ante el más mínimo atisbo de que sus talentos no fueran debidamente reconocidos por los maestros.
Como dije, mi madre no estaba tan loca. Es cierto que iba por la vida diciendo que yo servía casi para cualquier actividad (desde actuación hasta salto con garrocha) y me hacía ensayar mil veces la letra (aunque ésta se limitara a gritar “viva la patria”) pero nunca se le hubiese ocurrido ir a hablar con la maestra porque no me daban un papel protagónico.
La madre de mi mejor amiga sí. Y lo conseguía.
Entonces era su hija la que gritaba primero “viva la patria”, cantaba el solo, o tocaba el redoblante en primera fila.
Era su hija la del mejor disfraz. Ese con miriñaque de verdad, mantilla y peineta, que salía dos millones de dólares.
Era su hija la que ostentaba joyas reales, aunque hiciera el papel de aborigen, o la que estaba pintada como una puerta, más parecida a una vedette de la calle corrientes del 1800 que a una dama antigua.
Y mientras los demás niños abrazaban a los espectadores emocionados, entre felicitaciones por haber dicho “empanadas calientes” con tanta gracia, siempre era su hija la que salía llorando.
Porque se había olvidado la letra, porque había desentonado, porque la habían aplaudido poco.
En fin, porque no había sido perfecta. Como quería su madre.
La madre de mi mejor amiga, que en ese momento, era la peor madre del mundo

paga dios al derecho de piso ya!

Todos en algún momento hemos sido "el nuevo" en algún lugar de trabajo. Esto significa que tuvimos que hacernos de paciencia y superar ese cúmulo de momentos de mierda que se compendian en la frase políticamente correcta "pagar derecho de piso". 
Malos tragos que pueden provenir de nuestra ignorancia sobre algunas cuestiones de la organización de la que entramos a formar parte, o de la simple hijaputes de ciertos compañeros. El peor de ellos: el inseguro jerárquico.
El inseguro jerárquico es aquel retardado social que ve en el nuevo integrante de la empresa una amenaza. No importa si el inseguro es gerente y el nuevo un simple administrativo. El nuevo está ahí para amenazar su posición, su estatus y sobre todo su estrellato. Porque además de ser retardado social, padece del síndrome estrellita mía, por el cual, en cualquier  situación él debe ser centro de atención. 
El inseguro jerárquico, por lo tanto, se hace amigo de los inútiles, y odia con toda la fuerza de su retorcidez psíquica a aquellos que van a cobrar un sueldo por trabajar. 
Entonces, para el inseguro jerárquico, el nuevo, si eficiente, dos veces malo.
Toda vez que esté en sus manos, el inseguro jerárquico intentará ensuciar el trabajo del nuevo,  buscando argumentos que no sólo critiquen su labor sino que dinamiten su relación con el resto del grupo.
Por ejemplo: 
Argumento 1: ¿Le preguntaste a Pirulo?
El inseguro jerárquico sabe que Pirulo es un exponente supremo de la  estupidez humana, pero lo nombrará eminencia de todo aquel tema que el nuevo quiera tratar. Entonces, este pobre diablo, se verá obligado a luchar contra la imbecilidad de Pirulo para hacer su trabajo, o se verá catalogado como un mal compañero por no querer trabajar con Pirulo.
Argumento 2: ¿Rellenase el formulario?
El inseguro jerárquico se caga en las reglas. No sólo eso, cuando puede se afana algo de la oficina, paga cenas particulares con la tarjeta de la empresa y cosas semejantes. Pero, toda vez que el nuevo presente un trabajo, se encargará de puntualizar todas las reglas que no se siguieron y que resultan "fundamentales para el buen funcionamiento de la empresa".
Otro argumento es la chupada de medias lisa y llana para con el jefe. Es ahí donde el inseguro jerárquico muestra su lado más servil y asqueroso.
En estas últimas semanas pude presenciar dos casos distintos de inseguro jerárquico, en su versión femenina (realmente de temer). Y aunque uno de ellos repercute en mi trabajo, no soy yo la que se debe enfrentar a estos seres.
La cuestión es, ¿qué debe hacer la víctima del inseguro jerárquico? Denunciar sus manejos es  casi imposible, aguantarlo es inhumano y entorpece el trabajo... ¿entonces? 
¿Los matamos con la ignorancia?
¿Los matamos?
¿Esperamos a que venga otro nuevo para que el inseguro descargue sus frustraciones?
Porque el nuevo en algún momento deja de serlo, pero el imbecil, ese no tiene remedio.
 

parirás con dolor... y comerás sólo lo que te haga bien

Haciendo gala, una vez más, de un gusto exquisito para la realización de publicidades, el yogurt que quiere acabar con el tránsito lento nos presenta una nueva pieza del ingenio humano. Esta vez, no nos compara con globos que se desinflan; ni hay un marido que, tan bondadoso y magnánimo, aprueba la inclusión del consabido brebaje en el prespuesto familiar, aún en tiempos de crisis. 
Esta vez se nos presenta una duda, cuasi existencial. No porque el activa intestinos venga a abrir interrogantes filosóficos, sino por lo que esa pregunta esconde. Vos, ¿comés yogurt porque te gusta o porque te hace bien?
La publicidad, y el protagonista responden: vos sos mujer, lo comés porque te hace bien
¿WTF?
Yo, a esto, lo llamo el síndrome de la sufridita
La sufridita aprendió de la madre o de la abuela, o lo leyó en la Paratí, que las mujeres han sido hechas para aguantar (el dolor de parir, el dolor de hacer cuatromillones de abdominales para tener la panza chata, el dolor de la depilación, el dolor de ovarios, y así), porque el aguante nos conducirá a la eterna felicidad (?).
La sufridita, entonces, mira el placer propio y ajeno desde la culpa, la recriminación o desde el miedo de no estar haciendo las cosas como "se deben". No concibe el disfrute sin peros, y suele ser de aquellas que hacen balances: si hay algo que gusta mucho, entonces debe ser mitigado. Torta de chocolate pero con coca light, sexo pero siempre con amor. Como si el placer por el placer mismo fuera pecado. 
La chica de la publicidad comería el yogurt sólo porque le hace bien, aunque tenga gusto a caca (como el 90% de los alimentos que hacen bien, no engordan, etc). 
Él está ahí para decirnos que en realidad el yogurt no tiene gusto a caca. Porque él  sí puede disfrutarlo: sin pensar en el tránsito lento (porque parece que ningún hombre del planeta tiene estreñimiento), en la panza chata o en lo que sea. Él se lo toma, y punto.
Un verdadero bienaventurado. 


encandilados

Sueño con el fin del mundo. Que llega así nomás, sin preámbulos ni profesías, como debería ser todo apocalipsis que se precie. 
Detrás del sol de un amanecer opaco, vemos crecer una luna extraña, brillante y negra. Su luz tiñe el cielo de violetas y grises hasta cubrirlo todo. Como tirados por esa luna nueva y última, cuatro caballos enormes, relucientes y negros como el vacío, corcovean en el cielo.  
Nadie grita. Ni siquiera atinan a moverse. 
Las patas inmensas golpean la tierra y se funden con ella. Olas ocres avanzan hacia la multitud extasiada.
Nadie grita, nadie se mueve. 
El fin del mundo nos toma por sorpresa. Porque llega así nomás, sin preámbulos ni profesías. Pero más que nada, porque es hermoso.    

encuentre las 7 diferencias

Fuente

ah, era eso?

Hay un malón de hormonas jugando al tobogán entre la cabeza y los pies, 
lloro como una desquiciada por cualquier cosa, 
me siento un globo de helio a punto de reventar, 
relleno mágicamente los corpiños de mi abuela que tiene 120 de busto,
me duele la cintura, y hay un hamster que se ensaña con mi cerebro,
paso del amor al odio en diez segundos, y en el medio lloro de angustia, o de alegría.
Puedo parecer demente, pero no soy estúpida.
Por lo tanto, señores de Tafirol Mujer, limítense a amedrentar mis contracciones uterinas con su analgésico, del resto me encargo yo, que sé perfectamente lo que me pasa.



cerebrrrossss

Hay un tipo de películas que me aburre, me harta, y que esquivo cada vez que puedo: las películas de zombies, casi todas iguales, sosas, ridículas...
Igualitas a las 20 que ayer le regalé para su cumpleaños.

Si eso no es amor, por lo menos es masoquismo.