encandilados

Sueño con el fin del mundo. Que llega así nomás, sin preámbulos ni profesías, como debería ser todo apocalipsis que se precie. 
Detrás del sol de un amanecer opaco, vemos crecer una luna extraña, brillante y negra. Su luz tiñe el cielo de violetas y grises hasta cubrirlo todo. Como tirados por esa luna nueva y última, cuatro caballos enormes, relucientes y negros como el vacío, corcovean en el cielo.  
Nadie grita. Ni siquiera atinan a moverse. 
Las patas inmensas golpean la tierra y se funden con ella. Olas ocres avanzan hacia la multitud extasiada.
Nadie grita, nadie se mueve. 
El fin del mundo nos toma por sorpresa. Porque llega así nomás, sin preámbulos ni profesías. Pero más que nada, porque es hermoso.    

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Piiiiiiiip