ronda

Hay mucho que decir. Tanto que se me mezcla todo y no consigo ponerlo en orden.
Ando entre la actividad frenética (ordeno, imprimo fotos, pinto porta retratos, cocino) y el cansancio más absoluto.
Porotx -volvemos a la x, qué nervios, ¿otro niño? ¿una niña?, pura ansiedad- me tiene a mal traer. Todo lo que pasó desapercibido en mi cuerpo el primer embarazo se lo está cobrando el segundo. Náuseas, mareos (no puedo viajar en auto sin sentir que estoy en una montaña rusa pero sin la diversión), baja presión, sueño mucho sueño. Y a la vez tranquilidad: ya lo vi, o la vi, tres centímetros de vida pura. Ahora sólo queda esperarlx con alegría. Y volver a disfrutar de esa sensación plena de tener a alguien creciéndote.
El Chino, mi hijo, esa personita que no para de sorprenderme, está cada día más grande - ya camina, ya me dice mamá, ya tiene su propio código de señas con el que nos entendemos perfectamente - y me llena la vida de luz. 
Mi pareja. Mi compañero. Esa es la palabra. Mi compañero de vida, y de aventuras, y de llantos y de risas. Juntos, hace 11 años, no importa donde nos lleven las olas. Cada día aprendo a ser mejor, gracias a él, y por ellos. Y ahora por los cuatro que estamos por ser.
Intentando ser una amiga menos colgada, menos despistada, aún sabiendo que mis amigos no esperan que cambie tanto, sólo que aprenda a acordarme dónde dejé tirado el celular.
Entendiendo que eso de "nunca digas nunca" se aplica a muchas más cosas de las que pensaba, y que la timidez no debería ser una excusa para perderte de conocer gente buena.
Mezclada. Con sueño y con insomnio. Pensando dónde voy a meter la cuna, al Chino, mi oficina. Pero más que eso, dónde voy a meter tanto amor (¿es posible sentir aún más amor sin estallarse el pecho? Somos infinitos los humanos, y ni siquiera lo sabemos.)
Alborotada, mareada, embrigada.
Con ganas de compartirlo con ustedes, y que este espacio se convierta cada vez más en una ronda de amigos que se pasan un matecito caliente mientras se cuentan las cosas de la vida, así como cantando, cada uno con su tono y su melodía.
Qué me dicen, ¿pongo el agua?

el reino de la pelotudez

A pesar de la cara que ponga Concubino frente a la siguiente afirmación, no por ello deja de ser cierta: no me compro mucha ropa, casi nada. Gastar 200 pé en una remerita de morondanga (qué linda palabra morondanga) me parece un despropósito. Lo mismo con los zapatos y demases.
Peeero... 
Pero tengo ciertas debilidades, que son más potentes que toda la fuerza de voluntad del mundo. Y para peor, hay casas que se dedican sólo a ofrecerme esos objetos por los que siempre siempre termino desembolsando algún dinero.
No mucho, porque son pequeñeces, innecesarias todas... Pavaditas, como diría mi madre. En resumen y hablando en criollo: pelotudeces.
Por ejemplo:
1. Todo Moda: señor José Todo Moda, lo odio profundamente. Si hubiese un país de la pelotudez, sus locales serían la capital.  Llaveritos, libretitas, bolsitos, collares, anillos, pañuelos. Listo. Los odio.
2. "Regalerías": hablo de esos lugares en los que venden chucherías para la casa. Tazas, decoraciones para la heladera, muñequitos (oh, las kimmidoll), abrelatas graciosos, etc. Después no sabés dónde cazzo meter la cantidad de porquerías que compraste, y descubrís que no hay casa que pueda albergar semejante cantidad de adornos y utensillos... pero son taaaan lendos.
3. Librerías: ¿Por qué Staples, por qué te tenías que mudar tan cerca de casa? Eh? ¿Era necesario? Son necesarios los 35 lápices negros, las cajitas llenas de chinches, clips y gomitas de colores, las gomas de borrar con formita (oh dios, tengo 12 años)... ¿Por qué me hacen esto?

Un día, les juro, voy a pasar por la puerta de cualquiera de sus negocios infames y no voy ni a mirar la vidriera. En serio.
En serio. 

Bueh, la vidriera, ¡pero nada más!

Y usted, lector(a) ¿a qué pelotudez no se puede resistir?

receta para la juventud eterna

No sé si es porque estaré harto sensible, pero esta canción y este video me hacen lagrimear 
de ternura, de amor, 
de esperarme en un espejo junto a él, los pelos grises, las manos arrugadas... 
y bailando




Cause when she sings I hear a symphony
And I'm swallowed in sound as it echoes through me
I'm renewed, oh how I feel alive and through autumn's advancing
We'll stay young, go dancing

un tal Soares

...En el baile de máscaras en que vivimos, nos basta el agrado producido por el disfraz que vestimos, disfraz que en el baile es todo. Somos siervos de las luces y los colores, nos deslizamos en la danza como en la verdad, y no hay para nosotros —salvo si, despiertos, no bailamos— conocimiento del gran frío de lo alto de la noche externa, del cuerpo mortal por debajo de los trapos que le sobreviven, de todo cuanto, a solas, nos parece que es esencialmente nosotros, pero que, al fin de cuentas, no es sino la parodia íntima de la verdad de lo que nos suponemos.
Todo lo que hacemos o decimos, todo lo que pensamos o sentimos, muestra la misma máscara o el mismo disfraz. Por más que nos quitemos lo que vestimos, no alcanzamos nunca la desnudez, pues la desnudez es un fenómeno del alma y no de cosas que se sacan. De este modo, vestidos en cuerpo y alma, con nuestros múltiples trajes tan pegados a nosotros como las plumas a las aves, vivimos felices o infelices, o sin saber lo que somos, el breve espacio que nos dan los dioses para que los entretengamos, como niños que juegan a juegos serios.
Uno u otro de nosotros, liberado o maldito, ve de repente —pero incluso éste rara vez lo ve— que todo lo que somos es lo que no somos, que nos engañamos acerca de lo que está bien y no tenemos razón en lo que nos parece justo. Y ese que, en un breve momento, ve el universo desnudo, crea una filosofía, o sueña una religión; y la filosofía se expande y la religión se propaga, y los que creen en la filosofía pasan a usarla como indumentaria que no ven, y quienes creen en la religión terminan poniéndosela como una máscara de la que se olvidan.
Y siempre, desconociéndonos a nosotros y a los demás, y por eso entendiéndonos alegremente, pasamos en las volutas de la danza o en las charlas de las pausas, humanos, fútiles, serios, al son de la gran orquesta de los astros, bajo las miradas desdeñosas y ajenas de los organizadores del espectáculo.
Sólo ellos saben que nosotros somos víctimas de la ilusión que nos impusieron. Pero cuál pueda ser la razón de esa ilusión, y por qué ella, o cualquier otra ilusión existe, o por qué ellos, ilusos también, nos entregaron la ilusión que nos dieron — eso, por cierto, ni siquiera lo saben. 
de Fernando Pessoa, en Libro del desasosiego

buscado


Tengo un problema. Bueno, lo que se dice problema problema, no es, pero dicen que para llamar la atención de los lectores hay que poner una primera frase con punch. Y necesito de su atención.
Sucede que hace unas semanas probé el mejor cheesecake del planeta. No uno riquísimo, no uno muy muy bueno; el MAS MEJOR del MUNDO.  Altísimo, cremoso hasta la locura, dulcísimo, con un toque de limón, y una masa casi inexistente  como base.  Lo recuerdo y se me congestionan las glándulas salivales (y los lacrimales también).
El problema es que el susodicho cheesecake es elaborado un poco lejos de mi casa.  Tanto como a miles de kilómetros. No hay delivery estelar que me lo traiga.
Así que recurro a la infitina sapiencia de los que pasan por acá (y sé que hay muchos gourmets que me visitan, que gustan del buen comer) para que me digan dónde puedo encontrar el segundo mejor cheesecake del planeta, o me den una receta que hayan probado empíricamente como maravillosa.
Sólo eso.
Al final, una pavada.