Chino juega en su cuarto, en silencio.
Como toda madre sabe, el silencio de un niño sólo puede significar una cosa: la hecatombe (o la previa a la hecatombe).
Entonces la madre que suscribe entra al cuarto de su hijo.
El susodicho está parado en medio de EL CAOS. Se ha encargado de extraer todos los juguetes de sus cajas y desparramarlos por el piso. Aún sostiene una bolsa llena de muñequitos.
- ¿A qué jugás? Pregunto.
Y como si la realidad no fuera suficiente respuesta, mi hijo, de dos años, me mira y con la mayor tranquilidad del mundo responde:
-A TIRAR TODO.
Y sí, no sé para qué pregunto.
Escena 2 - Tarde
Hijo tiene broncoespasmos a repetición. Hijo se nebuliza a repetición. A la mascarita de nebulización le dice "tortuguita".
Hijo escucha toser al padre. Entonces se acerca, le pone una manito en la pierna y dice:
- Papá, ¿no querés hacerte la tortuguita?
(Y papá se desmaya, y mamá también. Obviamente.)
Escena 3. Noche
Hijo está cenando. Una vez terminada la comida pide postre. "Marrón", dice.
Marrón es el nombre que le da al postrecito de dulce de leche.
Entonces al padre le agarra la fiebre de la exactitud y se embarca en el siguiente diálogo.
Padre: - No se llama marrón. Es postrecito de dulce de leche.
Hijo: - ¡Es color marrón!
Padre: - Claro, es de color marrón, pero se llama postrecito de dulce de leche.
Como el pibe parece no acceder a llamar al postrecito por su nombre, el padre ensaya otra alternativa pedagógica.
Padre: - A ver. ¿Esto son fideos?
Hijo:- Nooooooo.
Padre: - ¿Este postrecito es de frutilla?
Hijo: - Nooooooo.
Padre: - ¿Es de vainilla?
Hijo:- Noooooooo.
Padre:- Es ¡postrecito de dulce de leche!
Hijo: -MUY BIEN PAPÁ, TE SABÉS TODAS LAS COMIDAS.
Fuentes cercanas a la que suscribe afirman que Bob Esponja no habría sobrevivido a los juegos de hijo. Ampliaremos.