Con el embarazo y los primeros meses de vida de Poroto me di cuenta de un hecho insoslayable: a la primeriza siempre la estará rodeando un coro de expertos para decirle todo lo que -creen- la pobre mujer, perdida entre pañales con mecoño y pezoneras, necesita saber. En general madresconexperiencia, que aconsejarán, cuando no querrán imponer, sus opiniones.
Con el tiempo (a mí me costó bien poco) una aprende a poner cara de póquer y asentir a todo como si estuviera escuchando el Oráculo de Delfos. Acto seguido, una hace lo que se le canta.
Lo mismo sucede con el niño.
La regla básica de todo infante es: haré lo que se me cante, cuando se me cante (regla que quieren seguir hasta la misma adolescencia).
O bien, a esta edad: "madre, puedes leer de pé a pá ese manual de estimulación temprana que te regalaron, y aprender que a los ocho meses debo gatear, a los nueve decir mamá y a los diez hacer la vertical. Tú aprende, madre, que yo tengo mi propio plan."
Sin embargo muchas no sólo se rehusan a aceptar que el niño tiene sus tiempos, sino que hacen de sus avances una competencia.
Estamos en presencia de este tipo de mujeres cuando a los oídos nos llegan frases que comienzan con la fórmula "el mío" seguida de un supuesto logro.
El mío, o los míos, están siempre adelantados a su tiempo. Son abanderados en salita de uno. Caminan, gatean, hablan (y se van de la casa) antes que el resto.
Hace una semana atrás me dijeron, mientras sostenían de las manos a mi hijo, y repito textualmente:
- Ahora lo tenés que entrenar para que camine.
Yo, fiel a mi aprendizaje, asentí con cara de interesadísima en los métodos de la mujer. Y entonces vino el argumento irrefutable:
- Los míos caminaron todos antes del año. (Ponga cara de orgullo aquí.)
Decime una cosa: ¿para qué cazzo querés que camine antes del año?, ¿te dan un premio?, ¿te dan guita? Porque si es así lo pongo al pibe atado a una cinta de gimnasio ya mismo.
Entiendo que a una le de orgullo cualquier pavada que hace "el nene". Aunque no lo querramos aceptar la maternidad te lleva a festejar un pedo como si fuera un acontecimiento increíble.
Pero de ahí a en-tre-nar a tu hijo para que sea el primero del barrio que camina hay un abismo.
Mientras tanto, yo, cada día me sorprendo de que ese porotito minúsculo que alguna vez habitó mi panza se haya convertido en este humanito que ahora mismo se cuelga de mis piernas porque quiere llegar al teclado.
Es simplemente maravilloso.
Según el manual, éste no sería el método más común de "gateo". Que venga alguien y se lo explique, porque él está de lo más contento.