dime qué buscas... y te diré dónde encontrarlo, pedazo de paspado

Este post iba a ser publicado ayer, pero la que suscribe tiene una tendencia natural a irse por las ramas, y termina haciendo cosas absolutamente diferentes de aquellas que se propuso. Pero como la que suscribe también es cabeza dura, vuelve a sus planes iniciales ni bien su desvarío se lo permite.
Así que hoy quisiera preguntarles, oh público presente, ¿por qué catzos el conjunto de seres humanos al que solemos llamar varones (en todas sus acepciones, por ejemplo esposo/hijo/hermano/tío/padre/etc.) son incapaces, repito INCAPACES, de encontrar cualquier objeto aún teniéndolo delante de las narices?
¿Es una cuestión genética? ¿Es que son todos niños de mamá que se acostumbraron a que su progenitora les alcanzara las cosas ante el más mínimo reclamo?
¿Cómo cornos es posible que yo, oh esposo adorado, marido fiel y compañero inseparable sepa dónde están tus pantalones de fútbol y vos no? ¿Vos sabés dónde están mis calzas de danza clásica? (Bueno, no hago danza clásica pero si hiciera tampoco sabrías dónde están las calzas).
¿Es posible que después de una descripción mi-nu-cio-sa del lugar donde se encuentra aquello que solicitas, oh hermano, oh padre, oh mamerto, como por ejemplo "tu remera de dormir está en el segundo cajón del armario, del lado izquierdo, al lado del short del Pato Donald" vuelvas a mí con cara de perro apaleado diciendo "ahí no está"? ¿Es posible que tenga que mover mi humanidad hasta el susodicho lugar y sacar la remera de DONDE TE HABÍA DICHO QUE ESTABA ante tu cara de absoluto asombro? ¿Qué te pensás, que hago magia?
¿Es que hay duendes que esconden las cosas sólo para volverte loquito?
¿Necesitas anteojos, un curso de concentración, un GPS colgado de la frente? ¿Qué es lo que precisas para encontrar lo que buscas, oh padre, oh marido, oh hermano, ooooh por las barbas de papá noel?
Preguntas. Preguntas a las que no encuentro respuesta... y ya sé que las voy a tener que buscar yo solita.

Padre, confío en tí... vé por ellas

porque antes de ser mamá era mirta rodriguez de nadie...

No hay mujer más pelotuda que la mujer de la publicidad. Te lo digo así porque no cabe otra palabra (o sí, caben muchas, pero la palabra pe-lo-tu-da lleva en su pronunciación la fuerza de la ira). La mujer de la publicidad que: o se la pasa obsesionada por la limpieza (de la casa, de los gérmenes patógenos que trae el roñoso del marido desde la calle, de las manchas de barro en la remera del roñoso del hijo), o se la pasa obsesionada por las arrugas, la celulitis, las canas y la mar en coche... o por el tránsito lento (piedra filosofal del siglo XXI). O  bien que no se obsesiona por nada porque es un cacho de carne a ser saboreado por algún troglodita del sexo opuesto, que será un animal pero es limpito porque se pone mucho desodorante.
La mujer en la publicidad es una pelotuda. Pero por suerte, como no existe la mujer sino las mujeres, y como se puede hacer una publicidad con un poco más de ingenio, hay una excepción a las reglas (las reglas para ser mujer, como exige la publicidad). 
Una mujer que también es mamá, pero no intenta explicarle al hijo que "frustración" es no poder sacar una mancha de la ropa, sino que, intenta sacarse al hijo de encima un rato para hacer yoga sentada en el medio del comedor, o usa los electrodomésticos (esos que le regalaron para el día de la madre ponele) para liberarse más que para estar esclavizada detrás de una olla. 
Una mujer más parecida a las de carne y hueso... debe ser por eso que la tuvieron que hacer dibujada. 

Acá el informe “Análisis y monitoreo de la violencia simbólica en las pautas publicitarias de la televisión argentina”  
 
Y abajo una serie de avisos de Mama Luchetti para que se rian un rato,  que siempre viene bien un lunes. 

Tengo el control total de mi vida....


Limpio, sucio, limpio, sucio... limpio, limpio, limpio!!

Para esto sirve una licuadora


Porque una también tiene sus contradicciones

tres tristes postres

Vas a comer afuera. Las almas gordas solemos disfrutar de tooooda la comida, pero tenemos especial predilección por el final de la misma: el broche de oro, la frutilla de la torta... o sea, el postre.
Aunque estés a punto de reventar siempre hay un lugarcito para algo dulce (y por las bombachas de Fortuna, ¡que las publicidades no me vengan a querer convencer de que un yogurt laxante se puede convertir en postre!). Pero personalmente, y esto no sé si lo podré compartir con alguien porque es una de esas manías inexplicables que tiene una, hay postres que jamás pediría en un restaurante (y casi que no comería en ninguna ocasión). 
No es porque sean feos, no es porque carezcan de la suculencia (?) que debe tener todo postre que se precie de tal; simplemente es porque de sólo verlos sobre un plato me deprimen.  Son postres TRISTES.
Aquí el top 3 (y aclaro que no incluyo a la reina de la tristeza, la gelatina, porque ese liquidito de nada no puede ser considerado postre en ningún lugar del universo).

El queso y dulce.
Batata+máquina o membrillo+fresco, o haga la mezcla que se le ocurra, el queso y dulce es un postre "tradicional", como el mate ponele. Pero ¿alguien se preguntó por qué se llama "vigilante"? Porque no hay postre más amargo, mala onda y carente de gracia. Con ese nombre no hay más nada que agregar. 

Duraznos en almíbar.
En serio, ¿a quién catzos se le ocurre pedir una copa de duraznos en almíbar en un restaurante? Un "postre" cuya preparación consiste en sacar un durazno de una lata y meterlo en un recipiente sólo puede servirse en una mesa familiar, en tu casa, esos días en los que te morís por comer algo dulce pero no querés seguir engordando cual pavo de navidad. No es que los duraznos en almíbar sean muy diet, pero siempre son preferibles al cuartito de helado de la heladería amiga (sí, esa en la que ya deberías tener acciones)

El almendrado
El almendrado, y su prima menor la casatta, postres que por alguna razón están presentes en todas las fiestas navideñas y findeañescas desde que tengo uso de razón. En los restaurantes generalmente los compran para esas fehcas y luego se los van encajando a los pobres diablos que lo piden en julio, sin saber que están comiendose al fantasma de las navidades pasadas.
Imposibles de adornar, presentar y que queden más o menos lindos. Siempre serán un cacho de helado cuadrado sobre un plato. Triste, moooy triste.

casa porota

porque empecé a pensar en esto ni bien apareció la segunda rayita en el Evatest
porque me compré una máquina de coser para hacer los almohadones, banderines y cintas (y después no la usé nunca más, toda una decepción para Concubino que pensó que por fin iba a tener dobladillos en sus pantalones)
porque esas letras de yeso me costaron un perú y rompí como veinte
y porque él todavía ni se entera (aunque se hipnotiza frente a los muñequitos de la pared cada vez que lo cambio) comparto el cuarto de Poroto con ustedes
y aprovecho a jurar ante estos santos evangelios (?) que la máquina de coser volverá a las canchas en algún momento
no desesperes, Concubino, ya dejarás de pisarte los pantalones
si así no lo hicieras, que dios y la patria costurera me lo demanden




aclaración

Hay días en los que quisiera explicarle a cierta gente que "primeriza" no es sinónimo de "pelotuda". Las buenas costumbres y ese tipo de cuestiones me lo impiden, pero estoy por hacerme una remera, así no quedan dudas.