(A las almas sensibles les va un aviso: en este post se repetirá la palabra "teta" hasta el hartazgo, si le produce escozor o algo váyase a otro lado, gracias.)
Así como no comprendo por qué la panza de la embarazada pasa a ser de dominio público (apta para ser tocada por cualquier badulaque) durante la dulce espera, tampoco entiendo la razón por la que hay mujeres que mágicamente se ponen a mostrar las tetas frente a todos con el pretexto de que su vástago tiene hambre. Sea tomando mate, en una cena, en el bondi, caminando por la calle, frente a la barra brava de Chicago*... la teta sale automáticamente cuando el bebé chilla, como si funcionara mediante un resorte propulsor o algo similar.
Mecanismo que a todas vistas yo no poseo.
No sólo no discuto los beneficios de la leche materna, soy defensora de la teta y he luchado contra pediatras demasiado amigos del "complemento" a base de paciencia y tezón (y pezón también). A veces dar la teta es trabajoso.
Además de todo eso soy de las que prefiere conservar los pezones en el anonimato.
Además de todo eso soy de las que prefiere conservar los pezones en el anonimato.
Me importa un pito que amamantar sea "algo natural". Esa no es la cuestión. Si todo "lo natural" se hiciera en público el mundo sería una porquería mayor de lo que ya es.
La cuestión es que no tengo ganas de hacer públicas mis tetas. En ese caso me hubiese dedicado a ser vedetonga.
Por lo dicho, oh mami con problemitas de ubicación: no me insistas. Vos con tus tetas hacé lo que quieras, yo me las guardo para la intimidad.
Dejá que me retire a otra habitación para alimentar a mi hijo sin tener que darte explicaciones.
Y si no hay otra habitación, y no hay forma de apaciguar a la bestia, dejá que me corra a un costado y haga malabares con una pashmina para tapar la cabezota del pequeño hambriento, (que ya tiene problemitas de atención y gusta de alimentarse y admirar el paisaje al mismo tiempo, haciendo todo el proceso aún más complejo).
No sé si soy clara: no quiero que mis tetas participen de la cena.
Y por las bombachas de Fortuna, tampoco me obligues a discutir sobre mis tetas y su producción con todos los presentes. Si somos un grupo de madres amigas, todavía. Pero preferiría no tener que escucharte haciendo futurología sobre el estado de mis pezones frente a toda la oficina; o participar del relato intitulado "el día que me sangraron las tetas" con una sonrisa comprensiva; ni tener que responder a tu asombro porque siendo "tan chiquita" he podido alimentar a ese ser que en 5 meses ya pasó los 8 kilos de humanidad.
Antes me asombraba por la obsesión de los hombres con las tetas. Ahora me asombra la obsesión de ciertas madres.
Son tetas, las tenemos todas. ¿Podemos por favor pasar a otro tema?
Muchas gracias.
*Basado en hechos reales.