Mientras me calmo, a base de reprimendas médicas y familiares varias, y camino con las piernas bien juntitas porque parece que la niña que cargo en la panza (y pesa bastante) está demasiado cerca de la salida, apurada por conocer el mundo, aprovecho estas noches en las que aún no tengo que dar la teta, calmar a un bebé llorón, o cambiar pañales con mecoño, y leo.
Este año leí mucho. Y leí mucho libro digital. Porque sí, finalmente me compré el e-book reader.
Y para aquellos que estaban en el mismo intríngulis que yo, les puedo decir que es altamente recomendable.
Compré un Sony, el más simple que encontré. Nada de color, 3G o piripipí alguno. Sólo wifi.
Le adjunté una fundita que además trae una luz para leer de noche sin molestar al resto del mundo (un gadget buenísimo). Y desde que lo tengo lo amorticé con creces.
A pesar de que amo los libros como objeto, el ebook me da la posibilidad de llevar muchos ejemplares sin necesidad de cargar con ellos a todos lados. Porque si en mi cartera siempre hubo un libro, ahora hay muchos.
Su pequeñez también permite leer mamotretos inconcebibles en papel. Como Los Sorias, ponele. O la saga completa de Juego de Tronos.
Hay mucha oferta de libros digitalizados gratis y en versiones muy buenas (los legalistas hagan la vista gorda, sí, estoy hablando de piratería). Eso sí, algunos libros nuevos no se encuentran en formato digital, ni aún queriendo comprarlos. En inglés es más fácil.
Podés hacer anotaciones, marcar páginas, resaltar texto, y además hacer búsquedas en internet y en el diccionario, sin moverte de tu librito. Eso también suma.
Y por último, algo que me encantó, porque debido a mis problemitas cerebrales la luz excesiva me hace muy mal a la capocha: podés leer con un solazo terrible encima, que la pantalla se ve perfecto.
Amo mi e-book reader. Nunca tanto como amo un libro de carne y hueso.
Porque, a pesar de todas las ventajas del mundo tecnológico, para ésta que suscribe, la palabra "tesoro" podría ser ilustrada de la siguiente manera:
My preciouuuuus