Hay objetos de uso frecuente que por algún misterio de la naturaleza desaparecen siempre que los necesitamos. Cuando nadie los busca están ahí, enrostrándonos su presencia, a todas vistas inútil... Pero basta con que a uno se le ocurra la desdichada idea de utilizarlos y ¡paf! ya nadie los encuentra.
No sé si son duendes, espíritus, o simplemente el caos que nos reina el cerebro, pero cada vez que quiero usar estas cinco cosas, nunca están donde deberían.
Para mí que lo hacen de malvadas nomás. Si no, no se comprende.
1- Las llaves
Las llaves jamás estarán en ese lugar que una ha designado en su casa como "el lugar para las llaves". Tampoco las encontrará en la cartera, que de golpe y porrazo se ha convertido en un saco sin fondo.
Las llaves tienen patas, alitas o ganas de joder... para mí que cuando ven que las vamos a buscar empiezan a reir y se ponen a jugar a las escondidas. Son malas las llaves... sépanlo.
2- El teléfono inalámbrico
Fue inventado para comodidad del usuario. Lástima que el usuario lo deje siempre tirado en cualquier parte.
Como las llaves, jamás estará ni remotamente cerca de la base. Tiene la particularidad de esconderse entre los resquisios de los sillones, debajo de acolchados o cualquier otro elemento mullido, lo que aumenta la dificultad para encontrarlo, porque el timbre se ensordece hasta convertirse casi en inaudible.
Volvamos al teléfono con cable laaaaaargo. Que además de ser fácil de seguir, queda muy super vintage hippie chic.
3- La birome
Esa que estaba al lado de la base del teléfono. Que estaba ahí para que uno pudiese anotar cosas importantísimas.
Esa que nunca está ahí, o que si está no funciona.
Esa... ¡maldita birome!
4- La pinza de depilar
Está bien, no es un elemento de uso tan frecuente, pero es igual de desaparecedor.
Una tiene que salir y quiere estar por lo menos presentable. Entonces se mira al espejo y se da cuenta que tiene las cejas de Raquel Mancini o los bigotes de Frida Kahlo.
Después de gritar y mientras filosofa sobre la inaprensibilidad del tiempo y la tasa mensual de crecimiento del vello facial, una corre al baño a buscar la pinza salvadora.
Lamento comunicarle, señora Frida o señora Raquel, que la pinza jamás estará allí, por más que una de vuelta la casa.
Ahora que volvieron los 80... que volvieron los lentos, ¿volverá la cejota?
5- Las velas
Están ahí, estorbando entre los utensillos de cocina, tiradas en ese cajón donde va a parar todo lo incategorizable de la casa.
Si se es más ordenado, estarán allí, en ese lugar especial que uno le asignó para poder encontrarlas facilmente.
Estarán allí, con su textura suave y su color amarillento. Con su pabilo rebosante de esperanza (?)
Estarán allí... hasta que se corte la luz.