Mediodía en Buenos aires. Hace 40 grados a la sombra, y sobre mi escritorio se abultan dos pilas de papales: una con tareas por resolver y otra de recetas médicas. La relación que existiría entre el crecimiento de una y de otra es un tema que no viene al caso.
Juntando coraje, llamo a Merdicus. "La empresa de medicina prepaga que hace 25 años le viene robando a mano armada, para que usted pueda morir en cómodas cuotas." (Creo que eso dice el locutor que te atiende, no estoy muy segura.)
Luego, una locutora: "marque 1 para urgencias, 2 para turnos, 3 si quiere que le sigamos sacando plata."
Marco.
La locutora insiste con el multiple choice.
"Marque 1 para resonancia mononuclear, 2 para cardioecosonograma, 3 para anáilsis fecal..." Dos horas después dicen algo que suena parecido a ecografía. Marco.
Vuelve a contarme el locutor que Merdicus "tiene una amplia gama de sanatorios y centros asistenciales, que estarán siempre fuera de su plan cuando usted llegue muriéndose como un perro a sus puertas."
O algo así.
Un rato después atiende una señorita.
R: Ecografías, buen día habla Raquel.
M: Buen día, quería pedir un turno para una ecografía tiroidea.
R: A ver, un minuto.
Raquel tapa el micófono y habla con su compñaera. (Por suerte me tocó la nueva que no sabe ni lo que es una ecografía)
¿Acá damos turnos para ecografía tiroidea? Eso pregunta Raquel, que no sólo es nueva sino que desconoce la existencia de la tecla "mute" y nadie le enseñó a tapar bien un micrófono.
Vuelve Raquel:
R: Sí, a ver... Esperame eh.
Se escuchan ruidos de papeles y teclas. Raquel hace silencio y vuelve a tapar el micrófono.
¿Este turno es para hoy? (¡Qué suerte! A Raquel tampoco le enseñaron a leer.)
R: Sí, tenés un turno para hoy a las 16.15.
M: Bueno, dale.
(Voy a tener que salir corriendo, pero si le llego a pedir otra opción temo morir de vieja detrás del teléfono).
R: ¿Me decís tu apellido así te anoto?
Digo mi apellido. Mi apellido es español. Las volcales y consonantes proporcionales. Comprensible hasta por un manatí.
Sin embargo Raquel me bautiza Fernandez.
M: No, Fernandez no.
R: Aaaay, ¿no me lo deletreás?
(Ay ¡dios mío! Menos mal que no me llamo Veilchenduft.)
Y en el medio del deletreo:
R: Mejor dame tu DNI.
Le doy el dni.
R: ¿Eso es tu DNI o tu documento de Mérdicus?
A esta altura no sé si Raquel es nueva, retardada o soy víctima de una cámara oculta para un programa veraniego.
M: Me pediste el dni.
R: Aaaah no (como si la culpa fuese mía), dame tu documento de Mérdicus.
Se lo doy.
Raquel lee mi nombre, y me confirma el turno.
Con el tiempo justo, y dejando mi pila de pendientes mirándome acusadoramente, salgo corriendo.
Finalmente logro llegar al consultorio y me presento a la recepcionista, esperando que no sea Raquel.
No, no es Raquel.
Raquel trabaja medio día, ya se fue.
De eso me enteraré después, cuando me comuniquen que mi apellido aparece en la planilla. Bien escrito y todo.
El problema es que la planilla, es la del día siguiente.