Concubino ni siquiera está bautizado.
O sea: sueño que voy a la iglesia sólo para escuchar lo que tienen que decir sobre ciertas cosas.
Nos sentamos en un banco marrón oscuro. Todo es oscuro, amarillento.
Sueño que la misa rápidamente se convierte en la conferencia de una señora de pelo permanentado que critica el matrimonio para todos y todas y todis.
Sueño que le contesto, que es a lo que realmente fui. (No me arrodillé, no recé, sólo estoy ahí para no callar.)
Sueño que la vieja se queja y yo le respondo. Bajito, estoy tranquila. La vieja cacarea.
Los de alrededor me miran mal y cuchichean.
Concubino está al lado mio, estoico, apoyándome.
Sueño que finalmente las viejas y viejos (son todos viejos y viejas) se paran y me van acorralando hasta la puerta. En el camino me encuentro con gente conocida, en la misma situación que nosotros: nos están echando. No sé muy bien qué dicen, pero nos quieren del lado de afuera.
Finalmente la marea de viejos chotos nos conduce al patio. Hay sol, hay adoquines grises, hay plantitas. Es un lindo lugar ahí afuera.
Sueño que los viejos chotos se escurren por la puerta, de vuelta a la oscuridad ámbar.
Y cuando nos estamos por ir, aparecen dos chicas, vestidas de pollera azul. Se ríen, y corren por el patio hacia nosotros.
Nos reparten dulces, y vuelven a irse. Infantiles.
Quizás no saben que nosotros no somos bienvenidos ahí.
Quizás sí.
Y con los dulces, en realidad nos estén guiñando el ojo.
Qué loco, es como que los porteros no te dejan entrar, pero el dueño de casa siempre tiene unos mates calentitos para darte.
ResponderEliminarLa religión la hace cada uno,mejor, no?
Es que el dueño la tiene clara, los porteros en general se dedican a hablar mal de los vecinos... ;)
ResponderEliminar