La convivencia a veces puede ser pantanosa. No, no quise decir espantosa y se me mezclaron las letras. Digo pantanosa, porque hay momentos de la vida compartida con otro en los que toda la buena voluntad, el amor, el diálogo o las pocas ganas de soportar su cara de culo no son suficientes, y una decisión se convierte en un callejón sin salida. No hablo de grandes elecciones como la compra de un inmueble, las vacaciones, o el tipo de educación que la vas a dar al pobre vástago que está en tu vientre; hablo de cosas tan insulsas como: ¿qué comemos?, ¿a dónde vamos?, o ¿cine o película en casa?
Y frente a estas situaciones cotidianas, repetidas hasta el hartazgo, hay una frase, un conjunto de palabras que me hace hervir la sangre y que podría considerar la peor frase de la historia de la humanidad -bueh, más o menos-. Es el famoso "Lo que quieras, me da lo mismo".
Una frase que generalmente viene acompañada de una postura corporal ad hoc, que podría denominarse la posición del potus ibéricus.
Veamos.
Situacion 1:
Sábado a la tarde. A se dirige a B, que está desparramado en el sillón del comedor.
A: - ¿Querés ir a caminar por el Jardín Japonés o nos quedamos mirando tele?
B, utilizando la menor cantidad de músculos corporales posibles: - Como vos quieras, me da lo mismo.
Por la frase A puede colejir que al susodicho le da igual cualquier opción. Pero no hace falta ser profesor de neurolingüística para darse cuenta de que el sólo esfuerzo al realizar su respuesta ya le produjo calambres. Entonces, ¿le da lo mismo?
Esta situación, me dirán, se puede arreglar fácilmente: que A haga lo que se le cante y si al otro no le gusta que se embrome por no decir nada. Ok. Por ahora sigamos.
Evaluemos la siguiente situación.
Situación 2:
Novia a Novio más o menos reciente: -El sabádo es la fiesta de comunión de mi hermanito en Plumas Verdes (léase: la concha de la lora) ¿Querés venir?
Novio, con cara de potus ibéricus: -No sé. Como vos quieras.
¿Decime qué catzos quiere decir eso? Si no quisiera que vengas no te invito. Entonces, si te pregunto es porque quiero, lo que estoy intentando saber es qué querés hacer vos. No yo. Yo ya me conozco.
¿Se entiende por qué esta respuesta me hace estallar la vena de la sien cual petardo ilegal? Justamente porque NO es una respuesta.
Un día podés estar sin ganas de decidir. Ok. Pero no siempre.
No te puede dar lo mismo comer mondongo que sushi Rulo. No te puede dar igual ir al cine con unos amigos que acompañar a tu sobrinita adolescente al recital de Ricardo Arjona.
A mí no me mientas Rulo. No te-da-lo-mis-mo.
¿Entonces? ¿Pensás que dejando la decisión en mis manos me dejás contenta y evitás un posible conflicto?
Lamento decirte Rulo, que estás equivocado. Que lo único que me provocás con la posición del potus ibéricus es ganas infinitas de arrancarte los pelos de las cejas con los dientes (?).
Porque si quisiera vivir con un ente sin voluntad que me acompañara en cualquier decisión sin decir palabra, me hubiese comprado un Tamagochi.
A mí no me da lo mismo lo que quieras hacer o te guste. Por eso pregunto. Alguna pizca de voluntad te debe quedar. O te convertiste en un potus y no me di cuenta.
La próxima vez contestame Rulo, o voy a empezar a regarte todas las mañanas.
Nota final, para todos los Rulos del mundo: Se vienen las fiestas. Se van a tener que enfrentar a la gran pregunta: ¿la pasamos con tu familia o con la mía?
¿Qué van a contestar? ¿Les da lo mismo?
Vayan preparando la respuesta.