Busqué la palabra más adecuada para definir lo que me pasa. Para hablar de lo que permanece abierto. Escribí molestia, inquietud, sobresalto, inclusive obsesión. Pero no. Lo que permanece abierto me angustia.
En la vida cotidiana voy cerrando canillas, alacenas, placares, cajones… Símbolos de otra cosa. Porque yo predico la clausura como método, como línea de acción, como remedio y como bandera.
Soy una fundamentalista cuyo símbolo de fe es un círculo.
Encuentro en el cierre, como prescripción, como camino para superar una herida, una lista infinita de argumentos. Sueno lógica, si bien estoy movida por el desasosiego.
Debe ser por eso que las personas acostumbran a escucharme. También debe ser por eso que me cuentan lo que no les pregunto. Se abren, con la seguridad de que sólo es por un rato. Porque a todos nos inquieta un poco el resquicio: ese lugar donde perfectamente cabe una daga.
A mí no sólo me inquieta, a mí me angustia.
Hace dos semanas que duermo poco y mal. Que me acuesto sólo para desordenar las sábanas. Dando vueltas, y vueltas, de la cabeza al resto del cuerpo.
Lo que gira y (se) me revuelve es todo lo abierto: aquello que no termino, que no logro dejar atrás. Lo posible que insiste, siempre inminente y nunca real. El teléfono que debería sonar, la carta que no llega, el anuncio que se atrasa. Todo se apila y desmorona frente a mis ojos como botones.
Son las tres o las cinco, y no encuentro las llaves que preciso. No las encuentro porque no existen. Porque las tiene otro.
Entonces, lo único que me queda es cerrar los ojos.
Lo único que puedo cerrar. Todo lo demás permanece abierto. Todo lo demás es angustia.
En la vida cotidiana voy cerrando canillas, alacenas, placares, cajones… Símbolos de otra cosa. Porque yo predico la clausura como método, como línea de acción, como remedio y como bandera.
Soy una fundamentalista cuyo símbolo de fe es un círculo.
Encuentro en el cierre, como prescripción, como camino para superar una herida, una lista infinita de argumentos. Sueno lógica, si bien estoy movida por el desasosiego.
Debe ser por eso que las personas acostumbran a escucharme. También debe ser por eso que me cuentan lo que no les pregunto. Se abren, con la seguridad de que sólo es por un rato. Porque a todos nos inquieta un poco el resquicio: ese lugar donde perfectamente cabe una daga.
A mí no sólo me inquieta, a mí me angustia.
Hace dos semanas que duermo poco y mal. Que me acuesto sólo para desordenar las sábanas. Dando vueltas, y vueltas, de la cabeza al resto del cuerpo.
Lo que gira y (se) me revuelve es todo lo abierto: aquello que no termino, que no logro dejar atrás. Lo posible que insiste, siempre inminente y nunca real. El teléfono que debería sonar, la carta que no llega, el anuncio que se atrasa. Todo se apila y desmorona frente a mis ojos como botones.
Son las tres o las cinco, y no encuentro las llaves que preciso. No las encuentro porque no existen. Porque las tiene otro.
Entonces, lo único que me queda es cerrar los ojos.
Lo único que puedo cerrar. Todo lo demás permanece abierto. Todo lo demás es angustia.
uf, estar a la espera de que se definan situaciones que no dependen de mi me angustia muchisimo, y tambien me saca el sueño. lo mejor es respirar y dejar que fluya, dicen los demas, como si fuera tan facil!
ResponderEliminarmate, para ser fliar directa de infamia escribís demasiado bien... ojo eh!
ResponderEliminarme siento realmente identificado con la situación q planteás... yo, sigo cerrando, algunas cosas quedan abiertas, pero ya les va a llegar su cierre,, no hay q ser ansioso!
ResponderEliminarMorkelik Los demás tienen razón. Y uno sabe perfectamente lo que debería hacer, pero no le sale!!! En algún momento, ¿se aprenderá?
ResponderEliminarMyN Primero: no se hagan las humildes.
Y segundo: ¡no exageren!
Vena Uf, otro de mis dramas es la ansiedad. Esperar me cuesta mucho más que hacer. Pero cuando no hay nada que hacer... ahí me agarra la loca.
La angustia de lo indefinido es insoportable, lo invade todo, se lleva todas las energías.
ResponderEliminarY no siempre se puede cerrar, a veces hay que aprender a vivir con algunas alacenas abiertas.
La vida es compleja... y muchas veces injusta.
Un abrazo grande!
Gracias Sole! Siempre es lindo recibir abrazos.
ResponderEliminar