1. La gula
Llegamos al lugar de festejo, nos saludamos. Se escuchan diálogos como el que sigue:
-"qué calor",
-"seh, terrible"
-"y yo con el horno haciendo la pavita, no doy más"
Y la primera pregunta que surge es: ¿Por qué si somos 4 gatos locos hay tres toneladas de comida? ¿Vamos a salir a repartir Vitel Toné a los vecinos? ¿Viene a festejar la tercera división de Cambaceres y no me avisaron?
Y por las barbas de Papá Noel, ¿por qué la Tía Marita que en su vida supo cocinar se empecina en hacer platos calamitosos que no le gustan a nadie pero que hay que tragar para no lastimar sus sentimientos? ¿Por qué?
2. Las mañas
Todos tenemos manías con la comida. En las fiestas se ven to-das.
El abuelo que le pone soda al vino de 400 pesos (mientras el que compró el vino se corta las venas con una cáscara de nuez). El que no toma vino "porque le cae mal" y se baja tres litros de cerveza. Los que le encajan mayonesa hasta el pan dulce. Los que no comen frutas abrillantadas, los que sólo comen frutas secas, los que no comen agridulce (y hacen caras frente al melón con jamón), los que no comen verduras, los que no comen carne, los que toman ananá fizz, los que odian la sidra, y los que sólo le dan al champangne porque son finos.
Lo bueno es que las fiestas es uno de los pocos momentos en los que hay algo para cada uno de ellos.
3. El momento tenso
Gracias a la mezcla de un calor que te chorrea en las sienes, el exceso de bebidas alcohólicas, y un rejunte de personas que no se ven casi nunca, existe un 80% de probabilidades (científicamente comprobado) de que en algún momento de la cena haya dos o más comensales con unas ganas locas de arrancarse los ojos a punta de escarbadiente. Todo puede comenzar con el Tío Pocho descubriendo su enano facista al grito de "hay que matarlos a todos" o con algún reproche vencido hace rato pero que la esposa de Rolo le pareció bien traer a la mesa.
Incluso la hecatombe se puede originar en un comentario ingenuo, que no parece ocultar ningún conflicto, como "¿y ustedes cómo se conocieron?"
Y entonces nos enteraremos por la suegra, que "el sátrapa de Roberto la dejó a Martita plantada en el altar", o que, según Roberto, "Martita era la más rápida de la cuadra" (y Martita revoleará una copa de vino en ese mismo instante).
Como decía Francella, lo primero es la familia.
3. El bajón
La misma mezcla que induce a la riña, también provoca la depresión de algunos comensales. Esos comensales que, de integrar la organización del Oscar, sólo se encargarían de armar el videito de los obituarios. En general gente mayor que hace la lista de fallecidos familiares y le atraganta el pan dulce a más de uno cuando comienzan su rosario de penas diciendo "esta es la cuarta navidad sin Julito".
4. Los regalos
No importa si se hizo el amigo invisible, si cada uno le regala al que quiere, para la abuela Rosa "regalo", "calzoncillo", "medias", "colonia Old Spice" y "jabón Heno de Pravia (OMG)" son sinónimos.
Los años le enseñan a uno a poner cara de alegría mientras se le dice a la abuela Rosa, "ay, qué lindas medias de toalla" y a preguntarle delicádamente a la cuñada si ese collar horrendo que nos regaló se puede cambiar en algún lado.
5. El peligro
Cuando están por llegar las 12 siempre aparece un boludo que no tuvo mejor idea que gastarse el aguinaldo en fuegos artificales, y sale corriendo a buscar al auto una cantidad ingente de cañitas voladoras, petardos y demás porquerías. Elementos que: estuvieron en el baúl de su vehículo al calor de la tarde durante horas, el susodicho boludo le da a manipular a los niños de la familia mientras ríe como un energúmeno, o bien manipula él mismo con la agilidad de una babosa.
Es el mismo boludo que sale en los noticieros al día siguiente en la Puerta del Santa Lucía, tuerto, o en la cuadra de cualquier hospital con un dedo menos.
Deberíamos hacer algo con el boludo de los fuegos artificales.
6. El bochorno
Ya nos regalamos cosas feas, brindamos, nos peleamos, nos amigamos, no besamos. Estamos comidos, pero sobre todo estamos muy bebidos. Entonces es la hora del show. Cada familia tiene sus talentos y habrá espectáculos variados.
Se le pide al niño prodigio que toque el violín (y el niño prodigio nos muestra que además de prodigio es sordo),
el padre del niño prodigio está hace rato ofreciendo una sonata en do mayor de ronquidos y apnea de sueño,
un par de hermanas que alguna vez fueron hippies desempolvan la guitarra y se ponen a ladrar al ritmo de "Rasguña las piedras",
el tío Rulo pone un compilado que armó especialmente para la ocasión y que contiene hitazos como "Cachete, pechito y ombligo", "Tonta" y "Tirate un paso". En ese momento descubrimos que la abuela baila reggaetón, o peor, que la sobrinita de 10 años podría participar del bailando por un sueño del año próximo (destacándose en el baile del caño).
¡Feliz Navidad!