Ya dije que soy enemiga de la violencia, pero hay cosas que superan mi pacifismo y despiertan mis peores características animales. De solo verlas me empieza a germinar el poroto asesino, se me enrojecen los globos oculares y me sale espumita por la boca. Los objetos de mi aversión son variados, pero debo reconocer que la TV se lleva los primeros puestos.
Por eso, agrego a las etiquetas una denominada "pasame la antirábica" (soy tan mala etiquetando que merecería una mención honorífica), y hoy quiero exteriorizar mi encono hacia el estereotipo de marido imbécil y machista que se dedican a propalar ciertas publicidades, en especial dos de ellas, protagonizadas por el mismo actor (que no tiene la culpa pero que abofetearía si pudiera... además su cara es muy abofeteable).
Hablo de Rizzuti que debe decidir si viajar a ver el mundial o quedarse a presenciar el nacimiento de su primer hijo, y el marido de la publicidad de una tarjeta de crédito que hace comentarios supuestamente graciosos sobre las actividades de su mujer.
Y aún peor que soportar este dechado de ingenio publicitario, es escuchar los comentarios aprobatorios de conocidos, compañeros y demás humanos con los que me relaciono.
Como si el espectáculo de un tipo llano, por no decir bestia, y una mujer poco más que retardada fuera algo para aplaudir.
No me hagan crecer el enano asesino. Por favor se los pido. Yo quiero sembrar la paz, ¡pero así no se puede!